miércoles, 18 de febrero de 2015

El ritmo del escritor

En la novela La caverna el escritor portugués José Saramago ejemplifica el sistema de puntuación que creó para usar coma en vez de punto o punto y coma, y mayúsculas en vez de comillas. 

Sea para denunciar el asesinato de niños por conflictos de tierra en cualquier departamento de Colombia, contar detalles sobre los carruseles de la contratación, anunciar el aumento del precio de la gasolina o compartir un chiste malo, es importante aprender a puntuar. 

Resolver el dilema de dónde va la coma y dejar en paz al Nobel Gabriel García Márquez, al no repetir como loros la excusa de que él también escribió un libro sin usar este signo de puntuación, es apenas el comienzo de la tarea para encontrar el llamado "ritmo del escritor".

No existen rótulos. Cada quien redacta como quiere, pero por respeto al lector es clave enamorarnos de las reglas que permiten que un texto pueda ser comprendido en distintas geografías. 

Esa ligereza con la que omitimos o repartimos comas para "indicar las pausas respiratorias", como lo enseñaron los profesores de la Escuelita de Doña Rita, motivó al bogotano Fernando Ávila a publicar un manual de puntuación "al derecho".

En 201 páginas Fernando Ávila explica cuántos tipos de coma existen, cuáles son sus diferencias y los cambios semánticos que producen. 

Dónde va la coma es uno de los textos guía de la asignatura de Prensa Escrita de la Especialización en Periodismo Digital de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, dictada por el comunicador social Alejandro Guzmán, en la que una vez por semana 11 estudiantes de posgrado debaten sobre la utilidad de la gramática en la producción de contenidos para la web.

En palabras del escritor portugués José Saramago, ganador del premio Nobel de Literatura en 1998, las "frases de efecto", que tanto en periodismo como en literatura son consideradas como las "pepitas de oro" de los textos, son de las peores plagas mundiales, por lo que es preciso aceptar nuestro estilo, sin olvidar que como en cualquier oficio, escribir también requiere empezar por el principio, como si ese principio fuera la punta visible de un hilo mal enrollado del que basta tirar para llegar a la otra punta, la del final. 








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