miércoles, 25 de febrero de 2015

Periodismo y convergencia, del lápiz a la multimedialidad

Del lápiz a la grabadora; de la grabadora al smartphone; del smartphone a la multimedialidad.
 Ilustración: Éel María Angulo.




Trinar la noticia de última hora. Publicar fotos y videos. Editar audio. Contrastar fuentes. Ir al lugar de los hechos. Redactar sin que nada se escape. Mantenerse alerta. Aprovechar las herramientas digitales. Usar las redes para posicionar los sitios en línea. Interactuar con los lectores, que a su vez son productores de contenido. A eso se refiere ser convergente. 

Pese a que para algunos se trata de hacer más por el mismo sueldo, en el ejercicio es descrito como la manera de asumir la transformación del oficio. Trabajar con las reglas que implica vivir en la llamada “era de la información”.

Desde hace poco más de una década sociólogos europeos empezaron a referirse al término convergencia. Uno de los visionarios teóricos que se anticipó a las exigencias del mundo digital fue el español Manuel Castell, el quinto académico de las ciencias sociales más citado en el mundo, según el ranking de Social Sciences Citation Index 2000-2009, quien explica que la multimedialidad es la que marca la diferencia entre comunicar e informar.


Ya no es tan delgada la línea que separa el afán de los medios masivos por informar y la necesidad de los usuarios porque les comuniquen lo que ocurre. Supone la capacidad de no “tragar entero”. De argumentar,  atar cabos y no convertirse en simples transmisores al servicio de los intereses de las cabezas del poder. 

Ser mutimedial es pensar digital. Integrar la hipertextualidad a la rutina de comunicación. Enlazar contenidos. Hilar las herramientas, ir más allá de la imagen como complemento básico de una publicación. 

Si bien el imaginario colectivo de lo que significa ser periodista estuvo ligado durante años a la representación de un apasionado por la narración que paseaba las calles de las poblaciones para buscar historias "hasta debajo de las piedras", como decía el cronista Ernesto McCausland, la percepción de ese perfil cambió. 

Seguimos tachando frases, pero ahora en la pantalla. Hacemos borrón y cuenta nueva, pero sin necesidad de papel. Para grabar, editar y fotografiar basta con tener un solo aparato. La operación se simplificó, pero a la vez se extendió. El desarrollo de nuevas tecnologías expandió el rango de cobertura, nos presentó un mundo virtual que requiere del retrato de lo que sucede en tiempo real. Nos comprometió a hacerle frente, simultáneamente, al periodismo y a la convergencia. Nos exigió pasar del lápiz a la multimedialidad. 


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