domingo, 25 de enero de 2015

Artistas coreanas en ‘La Tierra del Olvido’

Llegaron a Latinoamérica en busca de ese mágico país al que un hombre de cabello rizado y pantalones cortos llamó ‘La Tierra del Olvido’, y aunque no precisamente visitaron Ciudad Perdida, se encontraron con el municipio que pareciera evocar las mismas expresiones de Carlos Vives: Puerto Colombia, pues tanto él como su muelle han quedado sumergidos en la desidia.
Ver cómo la luna del Caribe alumbra por la noche los caminos, cómo el sol espanta al frío y cómo el mar espera al río, las motivó a viajar desde Seúl hasta Colombia, y lo hicieron junto al instrumento insignia de su país, el gayageum.
Primero visitaron Armenia, donde se presentaron interpretando temas instrumentales, y el 24 de enero en la Plaza Principal y punto de encuentro de los porteños, ante los ojos de amantes de la cultura dieron muestra del magistral resultado que se obtiene, cuando comunicarse es posible gracias al lenguaje universal de la música.
Con las cuerdas del gayageum tocaron las notas de la melodía vallenata de La Tierra del Olvido, tema con el que lograron que decenas de palmas chocaran para exaltar la aventura musical.
Ye-na Lee, líder del grupo, estudió composición, y al igual que Mi-hyun Park, Jung-ah Song y Ji-yeong Jang es master en música de la Universidad Nacional de Seúl, ciudad donde sus vidas transcurren entre ensayos y presentaciones, con un solo objeto: promover el rescate de las tradiciones musicales de su país.
“Hemos hecho muchos amigos colombianos. Cuando llegamos notamos que todos eran muy amables. Lo que más nos gusta de Colombia son tres cosas: su gente, las arepas de huevo y la naturaleza”, expresaron las mujeres que formaron su agrupación desde hace dos años, y que se presentaron con la banda de Edwin Maturana.
Durante su visita, las integrantes Gayageum Ensemble 280, además de practicar las partituras de temas como Colombia Tierra Querida, aprendieron a hacer arepas de huevo, y aunque no dominan el español, para comunicarse no tuvieron problemas, pues entre risas y gestos, supieron descifrar los mensajes de quienes impactados, las seguían con la mirada, al verlas pasear con desparpajo por el malecón, desde donde hoy se aprecia incompleta la estructura que una vez fue símbolo de progreso.
“Lo que hicimos fue traerlas con el apoyo de una red de artistas latinoamericanos, porque ellas querían conocer la música del Caribe. Durante una semana trabajaron en la Casa de la Convivencia de Puerto Colombia para preparar la presentación de las canciones nacionales que interpretarían”, explicó María Isabel Rueda, gestora de espacios de arte independiente.
Del cálido clima atlanticense quedaron enamoradas, y aunque sus elegantes y coloridas túnicas contrastaban con el paisaje, lo portaban orgullosas, haciendo gala de su procedencia. “En nuestro país los jóvenes no se interesan tanto por la tradición como aquí, eso nos gusta de Colombia”, explicó Ye-na Lee, de 24 años.
Cambiaron la imagen del río Hanshui cruzando Seúl, por conocer el Magdalena y hacer parte del que denominaron como un laboratorio musical. “No solo ellas experimentaban con nuevos ritmos, sino que les mostraban sus métodos a los artistas locales. Fue un intercambio cultural, porque ellos realmente se hablaban a través de la música, ya que las notas no las podíamos traducir. Todos se entendían por medio de sonidos”, dijo Rueda.
Millo a primera vista. El sonido del pito de caña, popular de nuestra Región, las dejó impresionadas, por ello no perdieron la oportunidad de jugar con sus notas. “Ellas nunca habían visto una flauta de millo, entonces con los acordes que les enseñaban pensaban qué partes podían funcionar con su instrumento (gayageum). Su cultura es tan estricta, que no podían creer que los músicos sabían tocar sin haber estudiado, que habían aprendido el arte de sus abuelos” relató María Isabel, quien trabajó con la Fundación Puerto Colombia para hacer posible el encuentro.
Las curiosas reacciones provocadas por las surcoreanas fueron registradas por la brasileña Lorena Pasanesse, quien está preparando un documental sobre la experiencia del cuarteto en nuestra tierra.
Según Rueda, lo que se quiere es que en Puerto Colombia empiecen a pasar cosas interesantes. “Queremos cambiar la escena cultural, recuperar el valor folclórico. Este fue un territorio que abrió las puertas al progreso y a todos los emigrantes, y que no merece quedar relegado”, concluyó, mientras las delicadas orientales coqueteaban con la brisa y sus imponentes instrumentos, sintiéndose parte del trópico.
Texto publicado en el diario El Heraldo, Barranquilla (Colombia), el 4 de febrero de 2013. 
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