miércoles, 24 de septiembre de 2014

Rehabilitadores de perros peligrosos


Dieciocho jóvenes de Soledad se unieron para crear un grupo de rescate y protección de pit bulls que eran enfrentados en peleas callejeras


Cuatro pit bull con los colmillos enterrados en una llanta luchan por el poder todos los miércoles y jueves por la noche en la cancha de La Inmaculada, en Soledad 2.000. Hay poca luz. Todos están amarrados por el cuello. Sus amos los separan cuando tratan de “carearse”. Eran perros de pelea.
Olfatean desesperados. Sus ladridos se escuchan en todo el vecindario. Un par de señoras se asoman para ver qué es lo que pasa. Regresan tranquilas al sofá de su sala. “Gracias a Dios no es otra pelea”, comentan.
En la cuadra de la carrera 13ª con calle 58 hay tantos pit bull como niños. Al menos en una de cada tres casas tienen uno. Cuando sus dueños “cruzan a otros barrios” no les gusta que los tachen como peligrosos. Llevan bozal y correa, pero aun así la gente les teme.
Desde hace más de dos meses la mayoría de los cerca de 30 perros que integran el grupo United American Pit bull Terrier Soledad no prueban la sangre. Lucen robustos. Comen vísceras por las mañanas. Ya no los patean para que muerdan a los otros.
Las cicatrices de los enfrentamientos a los que eran expuestos quedaron marcadas sobre sus lomos. Sus nuevos dueños los rescataron heridos. Otros en un acto de arrepentimiento desistieron de la idea de apostar por verlos sufrir.
Sobre esos encuentros clandestinos que se cumplen los domingos de seis de la tarde a 12 de la noche detrás del velódromo se sabe mucho.
En mayo de 2012 los vecinos del sector denunciaron a EL HERALDO la violenta práctica que pese a ser realizada a menos de cincuenta metros del CAI del parque metropolitano no ha sido controlada. 
Con palos, cuerdas y neumáticos de bicicleta trabaja el equipo de “rehabilitadores de perros peligrosos” creado por José Gregorio Rocha Barraza. Tiene 16 años. Es estudiante de décimo grado del Colegio Metropolitano de Soledad 2.000. Nació en Barranquilla. Quiere ser veterinario y solo le interesa proteger a los pit bull, bóxer, dóberman y pastores alemán para que no los “cojan de carne de cañón”.
Sabe que no es tan fácil. Tiene claro que lo que se mueve detrás de estos enfrentamientos es una mafia en la que el dinero vale más que la vida de cualquier perro. “Queremos sacarlos de ese mundo oscuro en el que están, que no sigan sufriendo en esos encuentros”.
Hace un mes que Rocha creó la página de Facebook del grupo. Para ingresar cada dueño debe comprometerse a no maltratar a su pit bull, registrarlo y llevarlo a los entrenamientos de “pit-deporte” que realizan los sábados y domingos.
Si bien el artículo 108-N de la Ley 746 de 2002 señala que las peleas de ejemplares caninos están prohibidas en todo el país y que las personas que las organicen serán sancionadas por las autoridades con multas de entre cinco y 20 salarios mínimos legales mensuales vigentes, sin perjuicio de la responsabilidad penal que contempla la Ley 84 de 1989 sobre actos de crueldad hacia animales, en Barranquilla es poco lo que han hecho al respecto.

Justicia y castigo. Para Kevin Adolfo Hoyos Rodríguez, estudiante de cuarto semestre de derecho de la Universidad Simón Bolívar, quienes promueven las peleas deben ser castigados, “porque los perros también sienten”.
En esta brigada voluntaria casi todos usan bozal, como lo establece la ley para los PPP (Perros Potencialmente Peligrosos), que son los que han agredido a alguien, que fueron adiestrados para defensa y ataque, o que son de raza pit bull, american pit bull terrier, american staffordshire terrier, dóberman, dogo argentino, dogo de burdeos, mastín napolitano, rottweiler, staffordshire terrier y tosa japonés.
“Es cruel ver cómo los perros se maltratan entre ellos y los dueños les dan patadas para que se enfurezcan más. Les pellizcan los testículos para que se pongan furiosos. Queremos cambiar la vida de estas razas, que no sean objeto de esta infamia”, sostiene Rocha.
No quieren que los señalen. Dicen que son juguetones. Que si nos los provocan no muerden y que son la mejor compañía.
A la sala del Concejo de Barranquilla también llegaron sus ladridos. El 2 de octubre de 2009 en el artículo 66 del Acuerdo 010 establecieron que está prohibido propiciar las peleas entre animales, que es obligación de los dueños registrar a los de alta peligrosidad y que para poder llevarlos a lugares públicos deben tener collar y permiso.
Entre enero y abril de 2014 fueron reportados 504 ataques de perros peligrosos, lo que equivale a cuatro incidentes diarios, de acuerdo con estadísticas de la Unidad de Salud Pública del Distrito.
Son jóvenes. El mayor tiene 33 años. No pretenden convertirse en la versión costeña de el encantador de perros.
Se describen como una brigada de rescate. Vigías que solo buscan rehabilitar a pit bull heridos y evitar que los cachorros sean obligados a atacar.
Piden apoyo de la Gobernación para que la cancha en la que entrenan al menos tenga luz. Enviaron varias peticiones a la Alcaldía de Soledad para que los respalden en la construcción de un muro de escalar para que los perros trepen. No han recibido respuesta.
Por el momento, seguirán colgando llantas en los árboles para que sus canes vayan por ellas. Para que lo que mastiquen sea solo caucho, no la carne ni el pellejo de nadie.
Texto publicado en el diario EL HERALDO el 24 de agosto de 2014. Barranquilla, Colombia.

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