miércoles, 24 de septiembre de 2014

Tras el negocio del maquillaje de llantas en Barranquilla

Pese al peligro de reutilizar neumáticos, el mercado de compra y venta de segunda mano se extiende en Barranquilla

Jorge Henríquez maquilla a sus “niñas” con las manos sucias de grasa. Algunos critican su oficio. Lo tildan de ilegal y arriesgado, pero él lo defiende a capa y espada. En su local de paredes grises, en la calle 42 con carrera 22, hay unas 500 llantas. Algunas se las compra a recicladores y la mayoría las recibe de los conductores que buscan recuperar algo de dinero.
Varias torres de neumáticos se alzan en el cuarto oscuro en el que huele a caucho quemado. En el piso hay tiras de goma negra.
El proceso empieza cuando el punzón de acero de su pistola eléctrica está hirviendo. Sus manos no tiemblan. Tiene un pulso preciso. Recorre cada rueda centímetro a centímetro. La acaricia para limpiar los surcos. Sopla para quitar el exceso de polvo. Tras 20 minutos de corte luce como nueva.
Este técnico de reenchauche dice que en Barranquilla las llantas son como los gatos y las mujeres. “Tienen varias vidas y pintadas se ven mejor”. Cuando están listas prepara la base del “maquillaje”. Mezcla medio kilo de colanyl negro (pigmento concentrado) con un poco de acronal (resina acrílica) y agua. En eso gasta $20.000. El menjurje le dura 15 días y le alcanza para pintar “un montón”.
Sumerge el cepillo de una escoba vieja dentro del galón cortado en el que echa la pintura. Restriega las cerdas empapadas contra la superficie de las llanta y deja que se escurra la primera capa. Las acomoda en la terraza para que se sequen. Si les queda bien el acabado no les da “otra mano”. Las brilla con un trapito mojado. “Todo entra por los ojos”, por eso las “pule bien”.
En promedio gana cerca de $35.000 por día. Sus mejores clientes son los conductores de taxis y busetas, pero los que más le compran llantas de repuesto son los que tienen carro particular.
En el mercado de autopartes de segunda no manejan precios fijos. Todo depende del “marrano”, confiesa. Una llanta tipo R13, la referencia más popular, (la de los taxis zapatico) puede costar hasta $30.000, mientras que en un centro autorizado no la consiguen por menos de $150.000.
Pese a que el reciclaje de neumáticos es calificado como una actividad ecológica, los usuarios reconocen que al comprarlos ponen en riesgo su vida. El desgaste de la banda de rodamiento expone la capa de alambres de hierro y aumenta las probabilidades de que estalle.
ahorro y seguridad. Paola Guzmán no titubea a la hora de ahorrarse unos pesos. El jueves por la tarde una de las llantas delanteras de su carro estalló tras tropezar con un separador en la carrera 46, cerca a una estación del Transmetro. La de repuesto no estaba en buen estado. Su mecánico la llevó a la calle Murillo con carrera 52. Por $30.000 reemplazó la que perdió en el incidente. Encontró la solución en el local de paredes amarillas por el que Álvaro Jiménez paga mensualmente $1.100.000 de arriendo.
“En otro carro ya había usado unas de segunda y me fue bien. Sé que esto no es recomendable, es la verdad, pero  sirve para salir de apuros”.
EL TLC.
Jiménez domina el negocio. Asegura que las que están muy lisas se las regala a los carretilleros o se las remata a los ganaderos que las usan en sus fincas para poner el alimento de las vacas.
“El que no tiene para una nueva viene acá, porque no van a dejar el carro arrumado por no tener suficiente plata. Ahora están robándose las de repuesto que van colgadas en las camionetas y con el TLC están llegando muy baratas, pero la gente nos compra porque los precios son más bajos”.
Sostiene que su trabajo no es ilegal. Que está registrado en la Cámara de Comercio y que cuenta con el debido derecho de uso de suelo.
“Los que tienen carros nuevos y quieren cambiar los rines me las dan casi enteras como parte de pago. Si las compro en $30.000 las vendo en $45.000, me gano $15.000. Aquí las pinto con vinilo. Las que están muy lisas las recoge la Triple A. El cliente sabe lo que viene a comprar. Cuando las ven muy lisas no las llevan. Esto lo hago con satisfacción porque me ha permitido educar a mis tres hijos”.
Tiene una máquina montadora de llantas, con ella el proceso es más sencillo. Su negocio no lo visita cualquiera. Los de camionetas más modernas le llevan para vender. Son “gente del norte”. Dice que solo les compra las que no estén rotas. Mide la profundidad del labrado, que no debe ser inferior a los  cinco milímetros, porque ahí es donde está la fuerza de la llanta para que no se deslice cuando está en carretera.
Garantía.
En la calle 56 con carrera 43 está uno de los más populares del norte, El Yor. Allí trabaja Jorge Castro, que manifiesta que “ahora hay mucha llanta china” y que eso ha bajado un las ventas. Un cliente de camisa marrón llega a cotizar dos R13 para su Renault. Prefiere no dar su nombre. Pregunta por la garantía. No recibe respuesta. Decide marcharse.
El más reciente informe de la Red Interllantas, la primera cadena colombiana de distribución de llantas, señala que no es el contrabando lo que más afecta al sector sino las fluctuaciones del dólar, ya que más del 95% de las llantas que se venden en el país son importadas.
Vida útil. Para Jimy Jiménez, técnico de un centro de servicios, en la calle 17 entre carreras 12 y 13, dice que al momento de comprar una es importante revisar su fecha de fabricación, que debe estar estampada en el costado, y que la vida útil se reconoce por su límite de desgaste. Que para un carro particular de poco kilometraje diario pueden durar dos años, en comparación con las de un vehículo de servicio público, que apenas duran unos siete meses.
“Aquí les sacan mucho el jugo, eso es peligroso porque si están vencidas los alambres se pudren y estallan, entonces el conductor pierde el control del carro. Adentro llevan una carcasa de acero, (ver infografía)antes eran de nailon. Traen unos punticos que son los límites de kilometraje, cuando ya llegan a esa fase indican que hay que cambiarlas”.
Sanciones. Estos son considerados desechos contaminantes que tras ser abandonados en las calles y se convierten en nidos de mosquitos. La Resolución 1457 de 2010 establece que es obligación del usuario entregar las llantas usadas en los puntos establecidos por los productores, y que si viola las disposiciones puede enfrentarse a las sanciones pecuniarias de la Ley 1333 de 2009, que pueden llegar a los cierres de establecimientos o multas diarias de hasta 5.000 salarios mínimos mensuales legales vigentes.
En esta cadena de compra y venta el último eslabón es el pasajero, que va sobre ruedas sin saber qué “vida” de la llanta le tocó quemar. 
Texto publicado en el diario EL HERALDO el 23 de agosto de 2014. Barranquilla, Colombia.

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