lunes, 27 de octubre de 2014

El amargo negocio del aceite de tiburón

En Tasajera, pescadores artesanales capturan ejemplares de la especie, a pesar de las normas que lo prohíben


Decenas de botellas cuelgan de los techos de quioscos maltrechos a los lados de la vía Barranquilla - Ciénaga, a 300 metros del peaje de Tasajera. La mezcla parece miel, pero el negocio que se esconde tras su preparación es amargo. En la vía hay cinco ventas de aceite de tiburón.

Buena parte de los cerca 5.000 habitantes del corregimiento de Tasajera se dedica a la pesca y la venta. Abren sus quioscos a las siete de la mañana y los cierran a las 10 de la noche. Dicen que apenas ganan para la comida y que su rutina  es una esclavitud. 

Para obtener los 300 mililitros de aceite que contiene cada botella, vendedores como Esmeralda Acosta ponen al fuego pedazos de hígado de tiburón con un poco de agua. 

Conseguirlo es fácil, solo tienen que acercarse al Mercado de la Ciénaga Grande, en la entrada a Tasajera, donde entre las siete y las once de la mañana comienza la venta de tiburones y rayas.

Bertunio Acosta es uno de los comerciantes de hígado de tiburón. Tiene 51 años, durante dos décadas se dedicó a la pesca. Se retiró porque vender es más rentable. 

La faena comienza a las 3:30 de la mañana. Las canoas salen desde la orilla del mercado, cruzan la ciénaga hasta llegar al mar, por debajo del canal que hay en la carretera entre los kilómetros 21 y 24.

Desde la vía se ven los cambuches de palo y plástico en los que se refugian los pescadores al mediodía, luego de la primera jornada. Acosta dice que a los tiburones los capturan a 27 brazas, es decir a unos 50 metros de profundidad.

En un día malo cada pareja de pescadores artesanales puede capturar una raya y una cría de tiburón tollo, una de las especies comunes en la zona, cuyo tamaño no supera los dos pies, lo que equivale a unos 55 centímetros. Habitan entre los 100 y los 2.000 metros, lo justo para que los capturen con palangre, un cordel metálico grueso del que penden entre 8 y 12 anzuelos.

Cuando terminan la travesía en alta mar amarran las lanchas a unos troncos clavados en la orilla, montan los tiburones y pescados en las canoas para que sus ayudantes los lleven directo al mercado antes de que se descompongan. 

Antes de tirarlos en el lavadero les cortan las aletas, la mayoría de las veces lo hacen dentro de las canoas, para “asegurarlas”, porque son las más costosas. Por unas grandes pueden cobrar hasta $250.000. Algunas las usan para preparar sopa, luego de quitarles la piel y secarlas, y los médicos alternativos las buscan para emplear su cartílago en tratamientos contra la artritis.

La sangre se escurre sobre las 13 filas de mesas que hay en el mercado. José Blanco Gutiérrez es el recaudador, dice que los pescadores no pagan una tarifa estable por el uso de la plaza. Depende de cómo les vaya, la mayoría paga $1.000 por día.

El precio del hígado de tiburón varía de acuerdo al tamaño. No los pesan. Esmeralda cuenta que el cálculo es “al ojo”.
Uno grande puede llegar a costar hasta $75.000. Los pequeños no los venden solos, reúnen varios para sumar los $25.000. 

La vendedora dice que el negocio viene desde hace mas de 10 años, y que de un hígado grande le pueden salir hasta 20 botellas, que representan unos 6.000 mililitros. Cada una la vende a $10.000, es decir que invierte $75.000 y recupera $200.000. En otros quioscos las venden hasta en $35.000.

Los mayores compradores del aceite son los conductores de las tractomulas que recorren esa ruta. Los vendedores aseguran que es medicinal. Y un estudio del Centro de Investigación Biomédica de la Obesidad y la Nutrición de España concluyó que el alto contenido de escualeno que tiene el hígado de tiburón es “benéfico para la salud”. 

El escualeno es un compuesto orgánico natural perseguido por los comerciantes de la industria farmacéutica para la elaboración de adyuvantes inmunitarios, por ser un estimulante del sistema. Lo emplean en algunos tipos de vacunas contra la gripe y el paludismo.

En Tasajera los vendedores no  mezclan el aceite con preservativos, como en la versión industrial. Dicen que no es necesario refrigerarlo y que una botella puede durar hasta dos años a temperatura ambiente. Se lo toman por cucharadas.

“Compro el hígado crudo, lo estrujo y lo pongo en el fogón. Le echo agua, espero que empiece a soltar el aceite a medida que se seca y lo voy sacando para que se asiente en una olla. Al día siguiente lo envaso, el proceso dura dos días”, explica Esmeralda.

David Rodríguez, otro vendedor, dice que se lo dan a los niños con cola granulada para que no les de tos. El olor es fuerte. La textura  viscosa. Le ponen ajo, limón y sal para poder tomarlo.

Por día venden entre una y seis botellas.  La mejor temporada es la de invierno, “porque a la gente le da más gripe”.

No desperdician nada. Cocinan la pulpa. Venden el cartílago para hacer cápsulas, y dicen que hay esteticistas que vienen de Bogotá a comprarlo para tratamientos anti estrías. 

 Aunque Colombia cuenta con un Plan de Acción Nacional para la Conservación y Manejo de Tiburones, Rayas y Quimeras, PAN Tiburones Colombia, que establece que el Estado planificará el aprovechamiento de los recursos naturales para garantizar su conservación, en casos como el de Tasajera no la ley no se cumple.

El decreto por medio del cual el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural adoptó el PAN tiburones es el 1124 del 31 de mayo de 2013, y se basa en la ley 13 de 1990, que reconoció a los tiburones como recurso pesquero, pero esa norma prohibe procesar, comercializar o transportar productos pesqueros que no cumplan con las tallas mínimas establecidas, como los tollos que capturan para sacarles el hígado y preparar el aceite. Una persecución amarga y dolorosa en la que el afectado es el ecosistema.

Texto publicado el 26 de octubre en el diario El Heraldo. Barranquilla, Colombia.

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