jueves, 23 de octubre de 2014

El ‘medidor’ del río cumple el deseo de reconstruir su casa

Un empresario barranquillero recuperó la vivienda de Gaspar Pino, el vigía del Magdalena


Cincuenta bolsas de cemento y una tonelada de arena le devolvieron la alegría a Gaspar Pino. El voluntario que mide el caudal del río Magdalena desde hace 10 años en la estación del Ideam en San Pedrito cumplió el deseo de reconstruir su casa, que quedó en ruinas por la ola invernal del 2010.
Hace cuatro años que vivía entre paredes cuarteadas y bajo un techo roto. Su familia no tuvo más remedio que mudarse, como la mayoría de los 92.000 damnificados que dejó la abertura de un boquete de 214 metros sobre la carretera que comunica a Santa Lucía con Calamar, Bolívar.
Su casa, en el centro de Santa Lucía, quedó bajo el agua durante más de 20 días, por la fuerza con la que la corriente del Canal del Dique arremetió el 30 de noviembre de 2010 en el sur del Atlántico.
El ‘medidor’ del río quedó solo. Apenas con un mecedor en la sala de la vieja vivienda. Sus hijos pagaban $120.000 de arriendo en un rancho a dos cuadras, teniendo casa propia.
El 31 de julio EL HERALDO publicó la historia. Contó que a Gaspar se le estaba cayendo la casa a pedazos. Tres días después un empresario barranquillero le ofreció ayuda.
“Me dijo que hiciera un presupuesto y nos reuniéramos. No lo podía creer. Fue como un milagro. Sin él no habría podido levantar mi casita, porque ¿cuándo iba yo a juntar toda la plata para arreglarla?”, explica Pino.
A los 14 días comenzó la obra. El donante, al que Gaspar bautizó como “Jesús”, y que prefirió mantener su identidad en secreto, le entregó el dinero para comprar los materiales.
La primera etapa del trabajo fue del 14 y el 28 de agosto. Pino contrató a un maestro de obra para la construcción de nueve columnas de concreto como soporte de la casa.
Demolieron una pared que estaba atravesada por una grieta de cinco centímetros de ancho. Cambiaron la orientación del techo, pasó de ser estilo “rancho” a de “dos aguas”.
Reforzaron la estructura con tubos galvanizados. Remodelaron la fachada, instalaron dos ventanas y una puerta de aluminio, blancas, como las soñaba Bertha Felipa Villa, la esposa de Gaspar.
Durante el tiempo que lleva voluntario del Ideam nunca  ha recibido ayuda. Es incrédulo, no “come de cuentos”, pero su relación con “Jesús” le demostró que todos los problemas tienen solución.
“Ya está casi lista, vamos a tener una Navidad sin goteras  y con la familia reunida”, cuenta.
El amor que le juró a Bertha Felipa hace 45 años en la iglesia de Santa Lucía, su municipio natal, no ha muerto. Pese a que el mal estado de la casa los obligó a separarse mientras encontraban cómo repararla, dice que “más temprano que tarde Dios hizo su obra”.
Los vecinos de la calle 13 con carrera 7, en el barrio Pueblo Nuevo, están de fiesta. Celebran la reparación de la vivienda de Pino. Dicen que no se trata de caridad, sino de una recompensa  “más que merecida” por la labor que desempeña sin recibir ni un peso.
Sobre el empresario con el que se reunió cuatro veces en el norte de Barranquilla cuenta poco. Dice que es alto y de ojos claros. Pino es fiel a su palabra, se niega a revelar cuánto recibió para el desarrollo de las obras que encendieron la esperanza en su familia.
“Para mí es un ángel, no sé cómo más explicar. Alguien capaz de compartir con quien lo necesita no tiene otro nombre”, sostiene.
Llegar a la sede de monitoreo le toma 25 minutos. Lo hace en moto. Gilberto Altamar, uno de sus tíos, fue quien le enseñó el oficio. Asegura que ama su trabajo, aunque no le represente ingresos. Sobrevive con lo poco que sus hijos -Gaspar, William, Mariela, Odette, Roquelina y Usaris- le dan para la comida.
Antes de ser medidor trabajó sembrando yuca. Construyó su casa en 1983. No la abandonó por miedo de que “malandros” la invadieran.
Los acabados de la estructura los hizo con la ayuda de su yerno, Luis Castro. Solo le falta pintar. Dice que lo hará pronto, porque “Jesús” hizo el trabajo completo y le mandó la ayuda con “ñapa”, hasta para ponerle color . En diciembre su familia volverá a reunirse, ahora sin pesares ni goteras.
Texto publicado el 22 de octubre de 2014 en el diario EL HERALDO. Barranquilla, Colombia.

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